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last modified April 20, 2013 by facilitfsm


RETOS Y DILEMAS DEL MOVIMIENTO GLOBAL Y DEL FORO SOCIAL MUNDIAL

Héctor de la Cueva

 

Plan

EL MOVIMIENTO Y EL FORO.. 1

LOGROS DEL FSM... 2

EL NUEVO PERIODO.. 3

LOS DEBATES.. 4

 

 

El Foro Social Mundial (FSM), que ha conseguido convertirse en la máxima cita y en el mayor referente social global, viene siendo cruzado desde hace varios años, desde adentro y desde afuera, por debates intensos sobre su futuro, su pertinencia, su utilidad para la construcción y el avance de los movimientos sociales y la sociedad civil en general, sobre su capacidad como espacio de generación de acciones y alternativas. Los debates son de forma y de fondo; algunos, sobre todo de forma, se han ido resolviendo en la práctica o por la vía de los hechos, y otros penden sobre el foro amenazando con paralizarlo o dejarlo en la inocuidad de la inercia y la rutina, de no resolverse. El más importante, desde mi punto de vista, es de fondo, y no tiene que ver directamente con el foro en sí, sino con el destino del movimiento que lo parió, y resulta fundamental vincular a éste las decisiones que lleven a la evolución o a la transformación del FSM.

 

EL MOVIMIENTO Y EL FORO

El FSM no fue el inicio, conviene no olvidarlo,  sino la expresión y el vehículo pertinentes y oportunos de una necesidad que flotaba en el ambiente por parte de un movimiento global que venía en ascenso; en cierta forma era, más que el punto de partida, la culminación de un periodo y de los retos que entonces estaban planteados.

    De un lado, a fines del Siglo XX la caída del muro y del “socialismo real”  y la ofensiva global neoliberal, que venían produciendo retrocesos ideológicos y barriendo inexorablemente conquistas sociales y nacionales, imponían la necesidad de rearmar con nuevas formas y estrategias al movimiento social de cara al nuevo milenio.

    En contrapartida, temprana, y aparentemente a contracorriente, en el ’94 el levantamiento indígena zapatista había colocado, a la vez con ternura y contundencia, la posibilidad de resistir aun para los más marginados, los más olvidados, y extendía su influencia a escala planetaria (¡e “intergaláctica”!), convirtiéndose en actor global a partir de un nuevo discurso, con toda la fuerza de lo elemental, contra la exclusión, la barbarie del capital y en defensa de la humanidad, y poniendo al mismo tiempo en cuestión los viejos esquemas de la izquierda y el rol que asignaba a los sujetos sociales.

    En sintonía, en el transcurso de los noventas fueron creciendo en distintas regiones del mundo nuevos movimientos sociales que comenzaban a levantar exitosamente la resistencia y retaban a los grandes poderes neoliberales, y que al mismo tiempo escapaban de las estructuras sociales tradicionales, de los aparatos de la vieja izquierda, de los tradicionales frentes antiimperialistas, buscando nuevas formas de articulación global. En especial, surgió con toda su irreverencia un nuevo actor social producto de una nueva ola de radicalización de la juventud sobre todo, y significativamente, en las metrópolis del primer mundo; si no los únicos, fueron estos jóvenes, llamados despectivamente “globalifóbicos” por los globalifílicos neoliberales, los principales protagonistas de una serie de batallas contra los poderes establecidos y sus grandes reuniones.

    Al mismo tiempo, se fue produciendo un reanimamiento de diversos movimientos populares en resistencia, incluso en sus sectores tradicionales como el  campesinado y los sindicatos. El mundo de las ong’s, que había crecido a la sombra de cierto default de las organizaciones sociales y políticas, también jugaba un papel cada vez más importante. Diversas redes sectoriales y temáticas fueron expandiéndose regional y mundialmente como parte de un nuevo movimiento global. En nuestro continente, por ejemplo, se desarrollaban exitosamente experiencias como la de la Alianza Social Continental –una experiencia inédita de alianza multisectorial y plural—en la lucha contra el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

    En alianzas explícitas, o en convergencias en los hechos llenas de fricciones y discordancias, todos estos movimientos comenzaron a retar y verdaderamente a sitiar las cumbres de los grandes poderes mundiales, orillándolos cada vez más a reunirse en los lugares más inaccesibles y exhibiendo todo su aparato represivo como única garantía. Así, el Foro Social Mundial nació rodeado de verdaderas batallas como la de Seattle, Quebec y Génova. El éxito inmediato de la convocatoria del FSM reflejaba, entonces, la existencia real de un movimiento global antineoliberal --y en algunos de sus estamentos y a su manera, anticapitalista-- con que cerraba el Siglo XX y se inauguraba el nuevo siglo, y su necesidad de encontrarse en toda su diversidad y de buscar articulaciones horizontales más allá o al margen de los viejos alineamientos organizativos y políticos (aunque es necesario admitir que el FSM no consiguió atraer a una buena parte sobre todo de los nuevos movimientos de la juventud).

 

LOGROS DEL FSM

Por supuesto, el que reflejara una necesidad del movimiento no hacía todo automático. La virtud del FSM fue crear un espacio idóneo para ello y no sólo ser la culminación lógica de un periodo, sino a la vez disparador de nuevos procesos e iniciativas, retroalimentando al movimiento y dándole una nueva identidad global.

    La decisión de ya no sólo perseguir a los grandes poderes en sus cumbres, sino crear un contrapunto propio del movimiento al otro lado del mundo, en el Sur, fue desde luego acertada. Brasil, y Porto Alegre en particular, representaban una esperanza en aquel tiempo y el FSM habría de conseguir, no sólo mostrar la otra cara, la alternativa surgida desde la sociedad civil frente a los poderes neoliberales reunidos en el Foro Económico Mundial de Davos, sino desplazar a éste en importancia frente a la opinión pública, haciendo surgir como tal un nuevo actor mundial, uno que podría, podría, representar el otro “poder”, el social, de naturaleza distinta, frente a los dueños del dinero, con voz propia y no sólo a partir de la respuesta o el hostigamiento a aquéllos. Se había comenzado a ganar una primera batalla al neoliberalismo, una batalla clave: la de la legitimidad, la de las ideas, la de la opinión pública.

    El formato no centralizado, no resolutivo, y facilitador de las más diversas expresiones del movimiento social y de la sociedad civil permitió sin duda y en un primer momento la integración, el encuentro y la articulación acorde a lo que los propios actores sociales se planteaban. No dejó por ello de propiciar el surgimiento de iniciativas y campañas, si no totales, incluyentes de un espectro social más amplio que en el pasado, como sucedió en las manifestaciones contra la guerra en su momento. Aun así, habría de surgir la Asamblea de los Movimientos Sociales en su seno como expresión temprana de la necesidad de las luchas populares de ir más allá en la articulación de acciones globales.

    No menos importante ha sido el acento cada vez más pronunciado de concebir al foro como un espacio de generación no sólo de resistencia, sino de construcción de alternativas surgidas desde la sociedad civil.

    El avanzar a comprender al foro no sólo como un evento, sino como un proceso facilitador de las convergencias regionales y nacionales fue otro paso importante, así como impulsar su rotatividad hacia diversas regiones del mundo, entre otros logros y aportaciones del FSM.

 

EL NUEVO PERIODO

Pero, tan sólo unos meses después del primer FSM en Porto Alegre, un hecho marcaría un cambio drástico en el contexto internacional: los ataques del 11 de septiembre. Un pretexto formidable para que el imperio se desatase las manos y crease un nuevo escenario mundial dominado por lo que se puede caracterizar como “neoliberalismo de guerra” (para usar las palabras de don Pablo González Casanova), es decir, que añade abiertamente a la ofensiva neoliberal, que no se ha detenido y va añadiendo modelos cada vez más perversos, una nueva estrategia militarista, con escenarios de guerra de ocupación, reediciones de colonialismo orientadas claramente al control de recursos estratégicos, desenvolviéndose más allá en la promoción de la militarización y el recorte de derechos civiles en todas partes con el pretexto del combate al “terrorismo” y que se va desdoblando directamente hacia la criminalización de la protesta social.

    Aunque el impulso del movimiento global y del FSM posibilitaron todavía todo un periodo de desarrollo, de acciones importantes e incluso se pudo responder en un primer momento con grandes movilizaciones contra la guerra, poco a poco el escenario se fue tornando desfavorable y defensivo en términos globales. En particular, paulatinamente el movimiento altermundista protagonizado principalmente por la juventud radicalizada del “primer mundo”, y sus nuevos métodos de organización y acción directa chocando con las citas de los poderosos, se fue desgastando, y muestra ahora ya claramente señales de agotamiento.

    Ciertamente, a pesar de la nueva ofensiva imperial, al menos en una región del mundo, América Latina, el impulso de los movimientos populares y las alianzas sociales permitieron derrotar el proyecto hegemonista norteamericano del ALCA y  cambiar los escenarios políticos en América del Sur, llevando directa o indirectamente al poder político a fuerzas alejadas de la subordinación a Estados Unidos y en resistencia en mayor o menor medida a las políticas neoliberales, e incluso a proyectos claramente de izquierda.

    Además, cargando todavía al lado positivo de la balanza, la estrategia del imperio hace agua en los territorios ocupados, muestra signos de agotamiento y contradicciones importantes internas, y enfrenta una situación económica complicada.

    Sin embargo, aún estamos lejos de ver un giro en la situación mundial, de ver superado el periodo abierto por el 11 de septiembre. Además del agotamiento del movimiento de la juventud altermundista, aun en Sudamérica el impulso de nuevos escenarios políticos favorables a las fuerzas populares está llegando a un nuevo límite y a una encrucijada, y las reta desde hace rato a articular nuevas estrategias.

    En medio de una situación sorda, contradictoria, es necesario reconocer que el FSM, a pesar de mantenerse con cierto éxito y con algunos aciertos, ha tendido a estancarse, a repetirse a sí mismo, a no ser el espacio natural para el rearme que tanto necesita el movimiento en este periodo. Si el FSM no logra ser nuevamente el vehículo de esa necesidad del movimiento, jugar un rol propulsor del mismo, quedará en la inocuidad por más ajustes internos que se le hagan. Ahí está el reto.

 

LOS DEBATES

Es a la luz de esta necesidad, la de pasar a una nueva etapa del FSM acorde al periodo y a las necesidades del movimiento global, que deben retomarse los viejos y nuevos debates sobre qué hacer en el FSM, más que circunscribirlos al interesante ámbito de la “metodología”.

    Se ha discutido largamente, por ejemplo, sobre la periodicidad del FSM. En los hechos, se ha tendido ya a la realización de la cita mundial cada dos años, como lo venían planteando los movimientos sociales, si no consideramos como tal el foro “policéntrico”, que en realidad fue un malabarismo para lograr una dudosa intermediación. Del otro lado se argumentó sobre todo la necesidad de no dejar un vacío dado el rol y la identidad pública ganada por el FSM. Es cierto que el FSM consiguió ocupar un lugar propio e importante en sus citas anuales, pero hoy es más claro que nunca que si el sujeto convocado no consigue articularse y actuar en la práctica en las escalas locales y regionales, o en los temas globales específicos, es decir existir, la cita del foro no resuelve por sí ese problema y deja de tener sentido y fuerza, y al absorber esfuerzos considerables para su realización debilita la posibilidad de fortalecer los procesos que al final son los que le dan vida. La identidad y respuesta públicas pueden ser llenadas de muchas formas, no sólo con la cita mundial; ésta tiene sentido sólo si hay algo para lo que reunirse. Crear la expectativa de la cita mundial después de un periodo efectivo de iniciativas y acciones del movimiento le da mucha más fuerza y atractivo. Su repetición rutinaria en realidad lo vacía y alimenta sólo a los organismos especializados en foros y “metodologías”.

    En este sentido, ha sido un acierto convocar a una jornada de acción global en 2008 en lugar de un nuevo foro. Sí, es probable que, tanto por las dificultades para empatar agendas como tiempos y realidades nacionales, esta primera experiencia no esté a la altura de las expectativas, pero va en la dirección correcta¸ pone el énfasis en la necesidad de pasar a las acciones globales concertadas, no sólo al encuentro, y es al calor de esas acciones que también el movimiento puede reanimarse, no sólo con las discusiones. Ciertamente, de las discusiones en el foro se espera que las organizaciones actúen en consecuencia y de manera autónoma en sus propias realidades. Pero mostrar la capacidad de las redes convocadas y auspiciadas por el FSM para actuar de conjunto es un gran paso adelante.

    Lo anterior conduce a un tema más general al interior del FSM, el de si éste debería adoptar resoluciones y llamados a la acción. Sin duda ha sido una gran virtud y una aportación del FSM su apertura, su diversidad, su horizontalidad, el huir de ser un foro declaratorio más, el no terminar convertido en un frente sobre ejes limitados, el rehuir a terminar erigiendo una estructura centralizada, el alejarse de las competencias por la hegemonía ideológica o política. Así lo imponían los tiempos en que surgió. Sin embargo, habría que preguntarse si la virtud no terminó convirtiéndose en vicio;  si a la vuelta del tiempo no terminó hegemonizando al foro una visión particular que se conforma con el encuentro por sí mismo, que no se propone elevar cualitativamente la acción del sujeto social, que ve al foro como un actor en sí mismo que, con su naturaleza actual, termina siendo limitado y hasta funcional al sistema que dice combatir.

    Habría que preguntarse si en todo caso los tiempos, el periodo, han cambiado y la acumulación conseguida permite ir ya más allá de lo que se planteó inicialmente. Es cierto que el movimiento global necesita espacios como los que brinda el foro para reflexionar, articularse, encontrar los ejes de acción común, y que es fundamental preservar la pluralidad, la diversidad y no convertir al foro en una estructura centralizada. Pero no estancarse, avanzar, ser de nuevo útiles al movimiento significa propiciar realmente espacios y tiempos dentro del foro que verdaderamente alienten la convergencia y la concertación de planes de acción globales. No basta con los intentos tímidos que se han hecho en las últimas versiones de “espacios de convergencia” que nadie atiende; es necesario que sean parte realmente de la estructura básica del foro en adelante. Y también es claro que a lo largo de estos años han sido evidentes consensos sobre grandes temas de preocupación mundial que perfectamente podrían permitir al FSM salir con declaraciones de peso que involucran a miles de organizaciones y millones de personas y que convocan a acciones, iniciativas o campañas globales; eso sí reafirmaría el rol y la identidad del FSM, respetando a la vez su diversidad y horizontalidad.

   Lo anterior se vincula a la discusión del FSM como marco organizativo. Algunos de los argumentos que fundamentan la periodicidad anual, sobre todo por parte de quienes han hecho del foro su actividad principal, rozan la justificación del foro como un fin en sí mismo, y todos sabemos lo peligroso que puede resultar comenzar a defender organizaciones –y es el FSM una organización?— y siglas como fin en sí mismos y no como medios, validos siempre que sean útiles, de los procesos sociales reales que contienen. Fue sin duda correcto resolver el falso dilema de si el FSM era un evento o un proceso señalando que era ambos. También la constitución de foros regionales ha sido una contribución a la búsqueda de convergencias antes impensadas y los foros nacionales donde ha sido posible han colaborado en procesos de unidad, al menos en algunos países. Ello es muy diferente a pensar o pretender, como algunos lo han hecho, que todos los procesos pueden llegar a ser subsumidos en el FSM, que deben levantarse “estructuras” del FSM en todas partes, que este debe llegar a ser el marco organizativo de referencia primordial. A nivel regional, lo alcanzado por los foros ha sido desigual y discontínuo, y existen procesos de convergencia efectiva que no tienen por qué ser sustituidos. A nivel nacional, sólo en algunos países el foro ha prendido como marco de referencia de unidad y en otros ha sido muy marginal o hasta artificial, si bien se ha mostrado en algunos casos la virtud del FSM de convocar a los no organizados más allá de la voluntad o escepticismo de las grandes organizaciones.

    Esto es natural; sólo puede vérsele como problema si se aspira a que el foro sea una organización permanente. Pero el FSM no puede ni debe ser visto como una organización permanente, mucho menos centralizada, sino se quiere liquidar su amplitud y potencialidad. La izquierda debe buscar por otras vías en todo caso la constitución de un movimiento global con una identidad y actuación políticas definidas. Ello no se contradice con lo ya dicho sobre la necesidad y posibilidad de resoluciones y convocatorias a la acción consensuadas en el ámbito más amplio del movimiento y el FSM. Ciertamente, también debe mejorarse la representatividad en las instancias de conducción del FSM, pero no con el ánimo de constituir una dirección, sino de reflejar mejor las tendencias del movimiento global.

    Otro tema ligado al anterior es el de la politización o no del FSM. Ha sido completamente acertado que en el foro se participe sólo como individuos o entidades sociales, sin que esto ignore o condene las militancias políticas, así como no dar carácter “oficial” a los actos con fuerzas políticas o gubernamentales. De no haber sido así, el carácter amplio e incluyente del foro hubiera sucumbido muy rápidamente y no hubiera reflejado los replanteamientos y la recomposición que se han dado en los movimientos sociales. Sin embargo, no hay duda de que el foro no puede pretender ser “apolítico” ni dejar de buscar la coincidencia con las nuevas realidades políticas afines, como sucedió en Caracas. Sin perder autonomía ni su naturaleza social, el FSM puede claramente buscar el diálogo con aquellas fuerzas políticas, incluso en el gobierno, que coinciden así sea parcialmente con sus principios y objetivos. De esa forma también se contribuye a cambiar la correlación de fuerzas.

    Pero, independientemente de las adecuaciones o transformaciones que se le puedan hacer al FSM, incluso en el sentido de proponerse impulsar más las convergencias y las acciones, es claro que no se le puede exigir convertirse en el marco de un movimiento global centralizado o anular su naturaleza amplia y diversa. Y, sin embargo, el pasado periodo de luchas muestra la necesidad del movimiento global de ir más allá de lo que se ha avanzado hasta ahora en términos de estrategias, marcos organizativos y acciones comunes, con un piso político e ideológico más definidos. De ahí que quien está retada a reflexionar a fondo sobre esto es la Asamblea de los Movimientos Sociales. No se trata tampoco de que ésta sí se convierta en alguna especie de estructura social internacional, pero ya no basta tampoco hacer cada FSM alguna declaración general y un plan de acción con un chorizo de citas y reivindicaciones. Respetando los marcos y naturaleza del FSM, a partir de una convocatoria a la que lleguen quienes de antemano están dispuestos a asumir un nivel de compromiso mayor con un marco común del movimiento global popular, la Asamblea de los Movimientos Sociales debería discutir seriamente dar un nuevo paso en este sentido.

    Así, pues, el movimiento global está retado a resolver sus dilemas para pasar a un nuevo periodo de construcción, y el FSM y la Asamblea de Movimientos Sociales a evolucionar, a