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  • Fwd: [alai-amlatina] “Vence la indiferencia y conquista la paz”

    from bazril on Sep 01, 2015 11:56 PM
    - - - Servicio Informativo "Alai-amlatina" - - -
    “Vence la indiferencia y conquista la paz”
    
    Carlos Ayala Ramírez
    
    ALAI AMLATINA, 01/09/2015.-  El Pontificio Consejo Justicia y Paz dio a
    conocer el tema del mensaje del papa para la 49° Jornada Mundial de la Paz
    que se celebrará el 1 de enero de 2016: “Vence la indiferencia y conquista
    la paz”. Según Francisco, la indiferencia está hoy asociada a varias formas
    de individualismo que producen aislamiento, ignorancia, y egoísmo que lleva
    al desinterés. Para él, el aumento de la información no es sinónimo de
    mayor atención a los problemas si no es acompañado por una apertura de las
    consciencias hacia la solidaridad. En consecuencia, el mensaje pretende ser
    un punto de partida para que todos los hombres y mujeres de buena voluntad,
    y en particular aquellos que laboran en la educación, la cultura y los
    medios de comunicación, actúen para construir juntos un mundo más
    consciente, solidario y misericordioso.
    
    En otras palabras, se trata de sensibilizar y formar sentido de
    responsabilidad respecto a las gravísimas cuestiones que afligen a la
    familia humana, como el fundamentalismo y sus masacres, las violaciones de
    la libertad y de los derechos de los pueblos, el abuso y la esclavitud de
    las personas, la corrupción y el crimen organizado, las guerras que causan
    el drama de los refugiados y de los emigrantes forzados, entre otros. El
    lema, pues, representa una exhortación a vencer la indiferencia o
    indolencia frente a los flagelos de nuestro tiempo. Es un llamado a no
    pasar de largo ante el sufrimiento infligido, a superar la tentación de
    naturalizar el dolor, de acostumbrarse a la injusticia y la impunidad.
    
    El lema constata un hecho inquietante: en nuestro mundo, la fraternidad, la
    compasión y la condolencia, propios de una cultura del encuentro, son
    valores secundarios, tolerados, pero no promovidos. Se fomenta más el
    individualismo que la solidaridad, el éxito personal que la búsqueda del
    bien común, la ética utilitaria más que la ética de la responsabilidad. Es
    decir, sobre la cultura del encuentro predominan las culturas de la
    violencia y de la indiferencia. Se define la cultura de la violencia como
    aquella en la cual la respuesta violenta ante los conflictos se ve como
    algo natural e incluso como la única manera viable de hacer frente a los
    problemas y disputas. Por su parte, la cultura de la indiferencia es
    entendida como la ausencia de sensibilidad frente a los graves problemas
    que acontecen en el mundo. Desde esta realidad que constituye una amenaza o
    negación de la paz, Francisco advierte que esta no será posible sin
    esfuerzos, sin conversión, sin creatividad y sin dialéctica.
    
    Ahora bien, si ubicamos la idea fuerza del mensaje papal en la realidad
    salvadoreña, podemos decir que en la actualidad la lucha por la paz también
    pasa por vencer la cultura de la indiferencia y de la violencia. Hoy en día
    corremos el peligro de que la escalada de homicidios (en agosto se
    registraron más de 800, un promedio de 30 asesinatos diarios, cifra sin
    precedente) nos lleve a inmunizarnos y a aceptar que lo “normal” es la
    demencia, no la decencia humana. Es decir, todavía no terminamos de
    ponderar el impacto de tanta violencia en la vida de los salvadoreños.
    
    En el pasado, Ignacio Martín-Baró, mártir de la UCA y precursor de una
    psicología social latinoamericana y liberadora, al examinar el impacto que
    tenía el conflicto bélico en la salud mental de nuestra población, hablaba
    de un círculo deshumanizador que incluía tres momentos. En primer lugar, en
    una sociedad donde se vuelve habitual el uso de la violencia para resolver
    problemas, sean grandes o pequeños, las relaciones humanas se truncan de
    raíz, la razón es desplazada por la agresión y el análisis ponderado de los
    problemas es sustituido por los operativos militares. En segundo lugar, se
    desencadenan dinamismos de polarización social que tienen como consecuencia
    el desquiciamiento de los grupos hacia extremos opuestos, desapareciendo la
    base para la interacción cotidiana e incluso la posibilidad de apelar a un
    sentido común. Finalmente, decía que el círculo se cerraba con la mentira,
    que va desde la corrupción de las instituciones hasta el engaño intencional
    en el discurso público. En definitiva, ese camino termina resquebrajando
    los cimientos de la convivencia y produce un agotador clima de tensión
    socioemocional.
    
    En la presente coyuntura, una de las consecuencias previsibles de la
    violencia como mal de cada día, generadora de incertidumbre, impotencia y
    temor, es la indiferencia. Como se sabe, el miedo paraliza la acción.
    Conmina a la defensa, y, cuando esta no puede hacerse a través de los
    mismos mecanismos violentos (que requieren muchas veces contar con el
    resguardo o amparo del poder), la respuesta más factible es la
    indiferencia, el no-involucramiento. Por eso, dejarse afectar por la
    angustia que vive el otro, reaccionar con eficacia para salvaguardar su
    vida y sentir gozo por haber logrado ese objetivo son aspectos que no solo
    contrarrestan el círculo deshumanizador del que hablaba Martín-Baró, sino
    que también ayudan a generar una nueva mentalidad que fortalece el sentido
    de lo comunitario.
    
    La conquista de la paz social, por tanto, supone encarar las expresiones
    deshumanizantes de las culturas del desencuentro, de la indiferencia, de la
    violencia y de la esclavitud. Supone, por otra parte, cultivar la cultura
    de la misericordia que transforma, es decir, una de solidaridad y
    fraternidad que nos lleve a una civilización verdaderamente humana. Según
    el papa, la misericordia no es zapping, no es silenciar el dolor; por el
    contrario, es padecer con el otro. Es la lógica que no se centra en el
    miedo, sino en la libertad que nace de amar y poner el bien del otro por
    sobre todas las cosas. Esto, para los creyentes, tiene una exigencia
    central: “La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el
    amor al hombre, escucha el clamor de la justicia y quiere responder a él
    con todas sus fuerzas”.
    
    Desde luego, el término “misericordia” hay que entenderlo bien. Jon
    Sobrino, en su libro El principio-misericordia, afirma que el concepto
    puede connotar cosas verdaderas y buenas, pero también cosas insuficientes
    y hasta peligrosas. Puede significar sentimiento de compasión (con el
    peligro de que no vaya acompañado de una praxis); obras de misericordia
    (con el peligro de que no se analicen las causas del sufrimiento); alivio
    de necesidades individuales (con el peligro de abandonar la transformación
    de las estructuras); y actitudes paternales (con el peligro del
    paternalismo).
    
    El principio misericordia es comprendido por Sobrino como la actitud
    fundamental de la reacción ante las víctimas de este mundo. El sufrimiento
    ajeno se interioriza y ello mueve a una re-acción, sin más motivos que el
    mero hecho del dolor del prójimo. Esa misericordia, si efectivamente quiere
    ser transformadora, debe, según Sobrino, historizarse. Es decir, la
    re-acción apunta en una u otra dirección, de acuerdo a los desafíos
    estructurales e históricos que presentan las personas y pueblos excluidos.
    En consecuencia, esa historización en un mundo que margina y empobrece
    puede exigir trabajar por la justicia y poner todas las capacidades
    humanas, intelectuales, religiosas, científicas y tecnológicas al servicio
    de las mayorías injustamente oprimidas.
    
    Para vencer la indiferencia y conquistar la paz, se requiere, por tanto, de
    una actitud fundamental: la misericordia. Esta, según Sobrino, puede
    despertarnos del sueño de cruel inhumanidad, puede cambiarnos el corazón de
    piedra en corazón de carne. Y según el papa, es la misericordia la que
    puede conducir hacia una cultura de solidaridad, diálogo y cooperación, que
    atienda el clamor de los pueblos más pobres de la tierra. ¿Cuál es el
    desafío que nos deja el mensaje? Frente a la cultura de la indiferencia,
    sembremos la cultura humanizadora de la misericordia.
    
    - Carlos Ayala Ramírez es director de radio YSUCA, El Salvador.
    
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