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de parte de Azril Bacal en 07/07/2021 08:25
*EL HOMBRE QUE ENTRARÁ A PALACIO*

HERNÁN P. FLORÍNDEZ

Desde la academia, un primer intento de explicar cómo se dio el paganísimo
milagro de Pedro Castillo, derrotando a la maquinaria del sistema.

En febrero pasado, Pedro Castillo Terrones era un NN de la política. Las
encuestadoras lo amontonaban en el pelotón de “otros”, con una intención de
voto que no llegaba ni al 3 %.
Cuatro meses después, a falta de que el Jurado Nacional de Elecciones
oficialice su victoria, Castillo es el virtual Jefe de Estado. El profesor
chotano es el rostro del bicentenario.

¿Cómo un maestro de escuela rural, sin un programa de gobierno logró
conquistar electoralmente a la mitad del país? Historiadores, antropólogos,
sociólogos, politólogos y, hasta filósofos, ensayan algunas explicaciones.

“Históricamente, es un fenómeno inédito y simbólico. La gente campesina, a
la que se le ha negado el derecho a la educación, ha buscado a un maestro,
desconectado totalmente de las élites, para que gobierne”, sostiene Cecilia
Méndez, doctora en Historia por Stony Brook University y directora del
Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de California-Santa
Bárbara.

Méndez explica que Castillo encarna a los campesinos, obreros, indígenas y,
en general, a los sectores sociales olvidados que “nunca han tenido
representación”. Se trata
-explica la historiadora- de la población que aparece retratada tirando
piedras en las protestas sociales, “pero que nunca los hemos reconocido
como personas con voz política”, apunta.

Cecilia Méndez, historiadora: "Basadre decía que los antiguos aristócratas
sintieron un profundo disgusto y repudio ante el experimento republicano
del Perú”.

Al respecto, la antropóloga y filósofa María Eugenia Ulfe sostiene que la
elección de Pedro Castillo es una respuesta ante la contradicción de
“hablar por todo lo alto de la gastronomía, de la Marca Perú, del turismo y
de la riqueza de nuestra diversidad pero,  que cuando esa diversidad exige,
grita, vota como ciudadanos, nos hacemos los sordos”.

Para Ulfe, negar la participación de los sectores D y E en las grandes
decisiones del país ha provocado que tengamos casi 200 conflictos sociales
latentes y sin solución a la vista. Olvidamos que “esas voces en continuo
conflicto tienen voto. El voto es de los pocos espacios democráticos en
donde todos y todas valemos igual, pero parece que cuesta entender que esas
personas también pueden tomar decisiones de país”, dice.

De los informes de la Defensoría del Pueblo sobre conflictividad social se
desprende que, de las siete regiones con más conflictos, en cinco de ellas
el candidato de Perú Libre arrasó en las urnas.

Héctor Béjar, doctor en sociología y guerrillero fundador del “Ejército de
Liberación Nacional” en los 60, explica que los conflictos sociales son la
expresión de un sentimiento de rabia ante una desigualdad que es tan vieja
como la república. Eso explica –añade Béjar– por qué Verónika Mendoza no
terminó de calar en las zonas rurales. “Antes que una agenda en defensa de
los derechos de la mujer o de género, arrastramos una agenda más antigua
que aún no atendemos y que es subestimada por la izquierda siempre: los
derechos económicos, políticos, sociales y culturales, que es básicamente
lo que hemos estudiado como ‘el problema del indio’”.

Béjar sostiene que si bien ya “no existen esos indios que salen en las
fotos de (Martín) Chambi, ahora son los cholos que siguen siendo tratados
como indios”. Y es esta población la que ha inclinado la balanza en las
urnas.

Héctor Béjar, sociólogo: "Cuando usted pasea por esa zona de Larcomar...
¡carajo! Uno recuerda sus carencias, sus cerros, su falta de agua. Eso en
el Perú se siente".

Béjar recurre a José Carlos Mariátegui para explicar el desconcierto que se
ha producido en Lima y en las zonas urbanas. “Las clases altas han recibido
el mensaje de los dos mitos del indio: uno, que algún día ellos van a bajar
de la sierra y nos van a matar a todos por venganza; y el otro, que ellos
son inferiores, ingenuos, tontos, manipulables. Los dos mitos siguen en la
conciencia de gran parte del país”, dice.

¿Cómo logró Castillo esquivar la maquinaria de demolición que puso en
marcha la élite política y económica?

El sociólogo Santiago Pedraglio asegura que la fortaleza de Castillo tiene
tres pilares: la relación de empatía con el electorado que vio en él a un
prójimo; el discurso de cambio de modelo que cuajó fácilmente en medio de
la brutal crisis sanitaria y económica que produjo la pandemia, y la
movilización de los maestros que, según cifras del Ministerio de Educación,
en el Perú ronda el medio millón. “Esto se entrelaza dándole al votante una
resistencia o distancia frente a la crítica contra Castillo”, comenta
Pedraglio.

Sobre la capacidad de convocatoria, resiliencia y movilización, Antenor
Escudero, politólogo especializado en Economía del Comportamiento, apuntala
la explicación de Pedraglio. Escudero considera que una ventaja excepcional
de Castillo es la capacidad organizativa que obtiene del magisterio en las
zonas rurales. “Hay una estrecha relación entre la composición laboral y el
voto. En aquellos lugares donde ganó Castillo hay predominio del sector
agrícola que se siente abandonado por el Estado y que ha sido el seno de
los movimientos regionales. Allí, dentro de cada pueblo, la figura del
maestro es la de un ‘notable’, una fuente de influencia política en las
relaciones interpersonales”, indica.

Juan Carlos Ubilluz, doctor en literatura y especializado en psicoanálisis,
añade otros dos conceptos. Asegura que Castillo representa la
reivindicación de clase pero desde “el nacionalismo e indigenismo”.
Castillo –asegura Ubilluz– entrelazó “lo que Gonzalo Portocarrero llamaba
‘el discurso crítico de profesores de izquierda en colegios marginados’, y
la reivindicación de lo étnico”.

Urpi Torrado, gerenta general de la encuestadora Datum: "La sensación de
hartazgo de la clase política y el pedido de cambio, viene desde los 3
últimos procesos electorales".

“Se vio a alguien que alzaba la voz de manera estridente, pero con
autoridad para reclamar necesidades básicas. Conectó con la población
porque era el hombre del sombrerito, el hombre más cobrizo, más rural,
menos citadino que se fue convirtiendo poco a poco en un símbolo del Perú
marginado”, dice Ubilluz.

Eduardo Dargent, doctor en ciencia política por la Universidad de Texas,
comenta que existe un patrón en el electorado que prefiere al candidato
antiestablishment. “La pregunta cada cinco años es ¿quién va a representar
ese voto? En su momento Castillo me pareció un candidato muy precario para
lograr aglutinar a ese electorado, pero lo hizo en las últimas semanas. Una
explicación es el voto comunitario. Este es un comportamiento propio de los
sectores rurales: personas que se reúnen y ante decisiones complejas se
preguntan, '¿qué hacemos, por quién votamos?'. No es casual que su bolsón
de votos se despierte en el sur del país”, dice Dargent.

Héctor Béjar cuenta que colegas y militantes de izquierda se escandalizaron
cuando en la primera vuelta felicitó públicamente a Castillo por su
desempeño en el debate. “Me preguntaban qué me había fumado. No entendieron
que el lenguaje de Castillo no es para alguien con posgrado universitario.
Para una población de primero de media, lo que dijo Castillo fue claro y
coherente. Comparado con un hombre que no podía ni leer como Aliaga, o De
Soto, que hablaba incoherencias, ¡imagínese qué bien quedó!”.

Eduardo Villanueva, investigador de la PUCP: "La gente no se apropió y
difundió el discurso de Castillo por una campaña política bien hecha, fue
porque utilizó a Castillo para encarnar sus propias expectativas”.

Eduardo Villanueva, investigador en Comunicación y Tecnología de la PUCP,
sostiene que en un determinado momento de la campaña, el personaje cobró
más relevancia que sus propuestas. “Su figura terminó siendo un depósito de
expectativas y esperanzas abstractas más que una persona con un programa
convincente”. El profesor de la PUCP considera que Castillo terminó
encarnando diversas denuncias que “parecían sinceras porque uno supone que
también las vive él y entonces va a estar pendiente de nosotros como ningún
otro gobierno lo estuvo”.

“Fue el único candidato que sí visitó pueblitos. Él decía que no perdía el
tiempo yendo a la televisión, su discurso era que si querían hablar con él
vayan y lo busquen en la plaza de armas de Chota”, describe Urpi Torrado,
gerenta de Datum Internacional. Y añade: “Él mantuvo su discurso y su
público desde el inicio hasta el final, siempre fue ‘no más pobres en un
país rico’. Nunca buscó hablarle a otro público como a los empresarios o a
la capital”.

Villanueva insiste en que el rol que el maestro tiene en el ámbito rural
fue decisivo. “Este eslogan ‘palabra de maestro’ para la clase media y alta
de Lima no significa nada o incluso es negativo”, explica.

Cecilia Méndez describe el estupor con el que han reaccionado los limeños y
gran parte de la población urbana. “Para ellos, el indio tiene un lugar:
ser porteros, vigilantes, sirvientes, campesinos, pero no presidented. Es
la idea del ‘indio permitido’, al que se le prohíbe tener una voz política.
Y, por primera vez la democracia parece que se la está dando. Es un salto
radical. La élite no puede procesarlo, por eso tiene que inventar una
realidad alterna: se trata de un monstruo que es el enemigo del Perú al que
vinculan con el comunismo y el terrorismo, sin entender que en realidad,
este es el país”.

Héctor Béjar asegura que se trata de un voto que “tiene 200 años de
espera”. “Recién en la Constitución de 1920, un siglo después de la
independencia, se reconoció que existían comunidades indígenas. ¡Las élites
habían creado, hasta entonces, un país solo para ellos! Ahora, por primera
vez, el Perú real va a entrar a Palacio, porque Pedro Castillo no es solo
uno. Hay miles de pedros castillo en el Perú.

Con este Castillo, van a entrar todos los demás que no somos usted ni yo. Y
ya es hora de que entren.”, dice.

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